martes, 24 de junio de 2008

Natural


Te quiero natural

así

sin más adornos

que aquellos que engalanan a toda mujer

simplemente así

sin más atributos

que los que tu madre

te donó en su vientre

sin afectaciones ni desmayos

al natural

con las acreencias que el tiempo te ha dado

yendo de niña, a adolescente, a joven, a mujer

y así te quiero mujer

natural

sin más coberturas

que tu piel y mi mirada

sin más abrigo que mis caricias

y tu sudor

sin más oro peles

que tu sonrisa y tu llanto

simple

mujer

natural

para que me quieras

naturalmente

sin más historias

que el ahora.

(13/06/08)

jueves, 12 de junio de 2008

Estar solo


(1)
Primer paso: estando solo

¿Y quién puede decir lo que es estar solo? O sea, yo me pregunto y les pregunto a ustedes si alguien sabe lo que es –realmente- estar solo. Aunque también podría preguntarme qué es estar “realmente solo”, que no es la misma cosa…o al menos eso creo. Todos podemos afirmar en algún momento de nuestras vidas que nos sentimos solos, pero eso es un hecho subjetivo, cualquiera entiende que ese sentimiento nos puede acontecer aún estando en medio de una multitud, así como se puede estar triste en el seno mismo de una celebración. O sea, yo me pregunto ¿de dónde nace esta pregunta? porque si lo pensamos bien, salvo en el instante primigenio en el cual fuimos una célula con colita en los testículos de nuestro progenitor o en el transcurso de los nueve meses de gestación abrigados por el vientre de nuestra madre, repito- salvo esos dos eventos inmemorables de cuasi-simbiosis de nuestras vidas, hemos estado siempre SOLOS.


No se si me explico, porque me estoy refiriendo a la soledad física, la cruda y concreta soledad de los cuerpos que no pueden ni podrán ser más que ellos mismos, solo ellos y ellos solos frente a la vida. Esta es una incómoda situación a la cual todos somos expuestos desde el mismo día de nuestro nacimiento, ese fatal día que con ligereza desmemoriada recordamos alegrándonos y festejando. Cuando en realidad ese fue el día en el cual con violencia e inopinadamente fuimos desgajados y expulsados; cortados y quitados; violentados y abandonados…de hecho hubo sangre, y nuestro primer aliento tuvimos que pagarlo con llanto.
Desde esa radical intervención del mundo exterior, cuando nuestro cordón fue cortado pasamos a ser satélites a la deriva; barcos navegando a su suerte; islas…y aunque en el transcurso de nuestras vidas pueda pasar que algún cuerpo celeste nos atrape con su fuerza gravitatoria; o que algún chinchorro se nos apareje en la travesía; o que surja cercana alguna otra isla volcánica, la otredad será permanente e inexorable hasta el fin de nuestros días.


Por favor, no me juzguen apresuradamente, esto que digo es algo que ocurre, es real, yo no afirmo que sea malo o bueno, es lo que es y punto. Como que cada día amanece con el sol. Quizás por esta evidencia sin mácula de nuestra condición –digamos- de orfandad, es que me pregunto si es descabelladamente obvio el preguntar y preguntarme ¿alguien sabe lo que es estar solo? ¿Alguien conscientemente lo acepta como presupuesto para su vida? ¿O acaso la psique y su terrible ama (o aliada) llamada conciencia colectiva nos nubla con sus excusas y frases hechas? Nadie pretende estar solo –o mejor dicho- todos pretenden estar acompañados. Esto para mí no es más que evidencia del desagrado que nos provoca nuestra lamentable situación: solos, ente la vida y ante la muerte (que no es más que la vida practicando honestidad bruta)


Yo estoy solo, o mejor dicho: ahora sé que estoy solo, he abierto los ojos, lo he descubierto –o admitido, como prefieran. No es gran cosa, pero es –como dije- una evidencia que se me presenta tan real que ya nunca más mi vida será la misma. Y es que algo ha ocurrido, como una chicharra que me rescató del suave mundo de los sueños; como el toque mágico de una varita que de la principesca rutina me regresó a la humilde charca; como un fuerte shock que desde el túnel de luz divina me abdujo al árido mundo de los vivos. Todo eso fue, y sin saber su origen ni su designio pude al menos conocer su Vehículo, pude ver el rostro del Mensajero: su voz de ensueños me despertó del sueño, la bondad de su principado me hizo comprender que soy menos que un batracio y con su chispa quemante me recuperó a la vida.
Yo vi su rostro y lo amé, y en mi afán de estar cerca llegué a creer que mi soledad por fin acabaría ¡que paradójico! Quizá haya que pasar por el delirio para recuperar la cordura…yo vi su rostro y escuché su voz, conocí su nombre así como ella el mío. Amé su voz cada vez que me decía “Javier” y no pude más que amar su nombre junto al mío…
y se llamaba Lina…