Presentación de "De vida
incia" de Fernando G. Vaschetto
Un amigo de
aquellos dulces tiempos veinteañeros, de cuando nos cobijaba el aleteo luminoso
del Mainumby, me pide que presente su libro de poemas.
A mí me
resulta curiosa esta idea, porque si hay alguien que prescinde de
presentaciones, esa es la poesía. Ella simplemente se hace presente. Irrumpe en
el espacio y nos invade.
Y
así me pasó cuando volví a tener entre mis manos esta versión más crecida, vivida
del libro de Fernando, y como en un
pase mágico, el libro se abrió en uno de los poemas que recordaba a pleno de
aquellos aleteos mainumbinos.
Yo
jamás leo poesía siguiendo índices, simplemente dejo que ella penetre y decida
las puertas por las que decide aparecer. Y
así, mágicamente -les decía- apareció Valor:
Valor
Que el silencio trabaje por su cuenta
Yo voy a ayudar con las palabras.
Si es que encuentro sentido en los
sonidos
¡Sonaremos!
Y así lograremos
Un mundo que tenga
Algún valor duradero.
y de
ahí el hilo dorado de las palabras me condujo a Post
mortem, del que voy a citar sus estrofas:
Post mortem
Dame las hazañas de los pueblos sin historia
Que quedaron a la vera del camino grande,
Nómbrame a los hombres que murieron sin la gloria
De sus biografías y que nunca fueron mártires.
Dame las palabras de las razas extinguidas
Que perdidas y olvidadas ya ni en ruinas yacen
Porque sepultadas en cimientos de otras razas
Hoy desintegradas son cual polvo en el aire.
Dame esa llave que quedó sin cerradura,
Dame la hipótesis que no fue demostrada,
Dame la escultura que inconclusa se esboza
Y la casa que en su inicio fue abandonada.
Todo lo posible y lo que nunca ha sido hecho
Dame y verás que algo saldrá de mi arrebato:
Quiero roturar estas memorias de barbecho
Y en nombre de todos hoy aquí hacer mi canto.
y así
de palabra en palabra, de verso en verso, los poema
descubren a un poeta que canta a lo esencial, que redescubre al
hombre en lo admirable y en lo terrible de su existencia. Que nos recuerda que
esa esencia humana se constituye día a día con gestos mínimos (página 23):
En una pequeña cucharita de té
Está tu nombre
Su superficie brilla húmeda
Y con tonos del rouge
Tu voz está en el suelo
Ya caída de palabras apagadas
De tintes azulinos
Tu aroma permanece en el aire
Y tus colores
Que se prendaron de mí
Me torturan
porque
solo
No valgo más
Que la medida de un recuerdo pequeñito
para quedar en
ti
En
estos tiempos de tantos desencuentros, de tanta palabra confundida, me alegra y me esperanza que Fernando nos convoque
a mirarnos como seres humanos, que nos alerte y recuerde que aquí adentro o
allá afuera, a todos nos corre la sangre y que cada latido nos iguala en esto
de ser seres finitos.
Visión del hombre:
Visión del hombre
Yo se que el hombre se agiganta
Hasta que llega a lo infinito,
He visto como saca fuerzas
Sobre los lindes del delirio
Y crece tanto su estatura
Que no hay cabida en esta tierra
De blandas cosas generales
Para la altura de su lucha.
Yo se que el hombre se agiganta
Sin ser glorioso su designio,
Es un fermento convulsivo
Que casi oculto se masera
En cada hombre perseguido
Por la tristeza y la angustia
De ver el hambre de sus hijos.
Yo se que el hombre se agiganta
El hombre histórico yo digo,
No el que figura en los papeles:
El que construye los destinos.
Como si fuera un vino noble
Va reposando su templanza
Hasta cantar un canto nuevo
Reinventando las palabras,
Y la justicia entre los hombres
será la última
en su habla.